19 feb 2015

Repsol descubre petróleo en la Garrotxa

Las que hasta hace poco tiempo eran unas prospecciones discretas de la petrolera Repsol a menos de 16 kilómetros de Olot, en la Garrotxa, se están convirtiendo desde hace unos días en la noticia bomba en dicha comarca catalana. La confirmación de que Repsol ha hallado una de las bolsas de petróleo más importantes de los últimos años en tierra firme ha desatado todo tipo de movimientos en la comarca, incluyendo repentinos cambios de orientación entre los políticos locales. Las acciones de la petrolera española en el IBEX se han disparado un 4,73% durante la sesión bursátil de esta mañana, mientras en la bolsa de Londres Repsol se apunta una subida del 3,64%.

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17 feb 2015

Red Army, el documental

Se ha estrenado el documental Red Army, realizado por Gabe Polsky  y producido por Werner Herzog, que también rodó Gente Feliz: un año en la Taigá, y extrañas películas en los setenta. Además de un cartel tremendo, que retrotrae a los cartelistas republicanos de la Guerra Civil en España, Red Army nos trae la historia de la selección de hockey hielo de la URSS, que ganó casi todos los mundiales durante decenios y que hoy vuelve a ganarlos bajo la bandera de Rusia.

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8 feb 2015

Poema El Minotauro

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poemas de hoyLanzado otra de las salvas del libro Poemas 3,14. El poema El Minotauro se basa en una sensación o quizá sea una intuición. La mayor parte de las cosas que nos ocurren, nuestra propia vida, las angustias, los llantos, el nerviosismo, son algo que nos viene de fuera, sí, pero en gran parte el estrangulamiento vital nos ahoga por muros construidos por nosotros mismos. Dejo el poema. Viviendo en un laberinto.

El Minotauro

Si alcanza la quietud y el verano anochece
con vino suficiente para acallar el día
decido buscar la raíz de todos los males
que van alejándome de la osadía.
Buceo en el pasado, llevado por el oleaje
en un océano de cristales a la deriva
que una y otra vez golpean los acantilados.
Vuelvo a recorrer pisos abandonados
aparto jarrones, deshojo algunas de las flores
muertas que se desvanecen en mis manos.
Doy luz a marionetas de polvo y otoños:
hombres a los que señalé como amigos,
mujeres que desaparecieron en las esquinas,
llaves sobre la mesa para armarios carcomidos,
patios de colegio, enormes aulas ya vacías,
despachos en los que cegado me desangré,
pasillos verdes, pájaros estáticos, redes,
lámparas apagadas, camas deshechas,
antiguos mapas y antiguas son las canciones,
perros que no ladran, males en las antesalas
y un cajón lleno de palabras desaforadas.
En las últimas cámaras aguardan los gritos,
las voces, cien rostros y, petrificadas, las lágrimas.
El final es el inicio y el Minotauro aparece.
Un gesto visto. Soy yo. Yo mismo sonriendo
veintitantos años atrás en una encrucijada.
«Yo te conozco, tan distinto a quién eres».
Me desdeña. El Minotauro no tiene espera.
Deshago el camino hecho, si pudiera
con un martillo le abriría la cabeza.
Si pudiera, abriría una gran brecha
para que la maleza conquiste la tierra.
Voy a cambiar de dirección, voy a cambiar de barrio.
Me visto, corro las cortinas, apago todas las ideas.

Lluís Viñas Marcus Del libro Poemas 3,14
                                                                                           




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1 feb 2015

Relato Corredor de fondo

Muchos domingos salgo a correr. Es un buen complemento para el judo, mi deporte, que es un mezcla de técnica y explosión. Correr me agota. Pero a veces tiene sus recompensas. Llegas a sentirte como un rebeco que, ligero, remonta el cerro. Aunque, siendo realista, la mayor parte de las veces me siento como un viejo jabalí que resopla, cansado, trotando por el asfalto de Barcelona, soñando que corre por un bello bosque.

by Igor

Corredor de fondo

«Correr, correr. Sé que unos kilómetros atrás me desplazaba en círculos por la vasta amplitud del altiplano, esta losa helada sin principio ni fin en la que el cielo pesa más que la tierra. Una vez y otra. Esto era antes, antes de que las piernas fueran dos alfileres de puro dolor. La tierra ocre, replegada y ondulada como un mar estático de matorrales que esconden conejos burlones. El pecho dice basta. Hace rato que focalizo la mirada en este sendero de arenas aplastadas. Me concentro en el túnel. Este camino que se retuerce y serpentea. No doy para más. Oigo jadeos regulares, todavía no hay nadie delante. Si levanto la cabeza de la pista, voy a parar, voy a parar y tumbarme en el barro o sobre los hierbajos secos a ver si pasa alguna nubecilla blanca impulsada por este maldito viento racheado que me está matando. Tiemblo y corro. Quedan aún unos buenos centenares de metros. No puedo sostener el ritmo, imposible, voy demasiado alto.
Es como si el mundo se hubiera reducido a esta visión estrecha que oscila, borrosa por la zancada. Los gemelos son dos piedras que tiran hacia abajo, las rodillas crujen como cáscaras y todo el aire que me falta. No oigo, vibro demasiado, los pulmones… Una sombra mariposea delante, una silueta sobre la pista. No sé qué es. Desaparece un instante y vuelve a recortarse, negra, un poco más allá. Se difumina y, tras un picado, gana nitidez. Parece un azor. Juega, ondea y bascula a los lados como mi vieja cometa. Sigo la sombra, la sigo con el corazón. Una ráfaga de viento la hace dudar, se sobrepone, se eleva, se aleja. Oigo unos vítores. Alguien me abraza, me felicitan. Gritos en el frío. Miro hacia arriba, busco en el cielo límpido. He llegado a la meta, repleta de gente que grita, que anima.  Poco a poco van desapareciendo, el público se volatiza a medida que me acerco a casa. Oigo voces que me llaman aunque sé que no hay nadie. Voy andando, extenuado, ya he llegado al pueblo. Es pronto y las calles todavía están vacías.  Por fin entro en casa, me ducho. Al salir me tumbo en la cama bocarriba, mirando el techo blanco. Cierro los ojos, buscando un reposo. Lo único que veo ahí arriba es la sombra de un azor, sobrevolando el árido altiplano sin fin de esta tierra».

 


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